Fernando Romero: pintar los límites
El plano que ordena y asienta la constante mutación de los elementos, formas y fenómenos naturales, es el tema que, con múltiples variaciones, Fernando Romero (Teruel, 1983) ensaya en su pintura, organizada en series: Convivencias (2006-2007), Instantes fugaces (2008-2009), Motionless (2010-2012) yLímites del plano (2013-2014) que derivan sin alteraciones drásticas en la secuencia actual de obras que presenta en la galería A del Arte con el título de Paseo hasta la linde. Horizontes de color, árboles, raíces, nieve, cierzo, tormentas, disoluciones formales, marinas, montañas, más árboles, deshielos, contempladores que aparecen y desaparecen durante un tiempo para regresar más tarde, y más nubes, siempre nubes, un auténtico diario de nubes, como el de Goethe. El interés de Fernando Romero por la arquitectura, crucial en el paseo que ahora propone, estaba presente ya en los interiores habitados por contempladores de la primera serie y en el frágil artefacto que centra la composición del cuadro Estructura de Límites del plano.
La arquitectura de Mies van der Rohe y de Le Corbusier inician el paseo. De Mies van de Rohe, Fernando Romero ha elegido la Villa Tugendhat (1930), la Casa Farnsworth (1946-1951) y la Casa McCormick (1951-1952). De Le Corbusier, la Villa Saboya (1929). La adaptación arquitectónica que Mies van der Rohe hizo del pabellón alemán en la Exposición Internacional de Barcelona (1929) en edificios de vivienda, convirtiéndolos en espacios flotantes libres de apoyos, rige la representación pictórica de las casas y villas mencionadas y avanza en los ejercicios de la secuencia de Cajas de cristal en los que Fernando Romero ensaya configuraciones estructurales mínimas y esquemáticas. Repentinamente las nubes aparecen en el cielo de la Unidad habitacional y toman forma de cumbres montañosas como telón de fondo de la Villa de Saboya, firmemente asentada en el esquema gráfico de los jardines. SigueTransición, una secuencia de cinco pequeñas obras que anuncian, en su articulación visual, un cambio de dirección que va a determinar la emergencia de una tierra baldía que Fernando Romero liga a la Zona, región envuelta en el enigma del filme Stalker de Andrei Tarkovsky, y al concepto terrain vague acuñado por el arquitecto Ignasi Solà-Morales: lugares aparentemente olvidados donde la memoria del pasado se erige sobre el presente, lugares obsoletos y extraños, alejados de los circuitos y estructuras productivas, islas interiores sin actividad, restos de la dinámica urbana. Ahí acaba el paseo que Fernando Romero propone, justo hasta la linde donde las expectativas de la nueva arquitectura, que en su día chocaron con la depresión económica, hace tiempo que perdieron su función. Planos quebrados de color, abstracciones de lugares vacíos, indefinidos e inciertos y sin futuro, cierran la exposición.
CHUS TUDELILLA
Crítica de Arte y Comisaria de Exposiciones
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